martes, 31 de enero de 2017

Apunte breve sobre seducción y caballerosidad.

 
Decía a menudo D. Cosme que el rango de caballero obligaba a ser solícito con las damas. Que al igual que se ha de defender los ideales de justicia, verdad o lealtad porque son empresas encomendadas a la caballerosidad, así se ha de velar por los más altos valores de la feminidad. En primer lugar porque, si se ha de entender que la dama pudiera estar interesada, un caballero genuino ha de saber adelantarse, evitándole de este modo a la dama la vergüenza de circunstancia. En segundo lugar porque todo varón bien nacido ha de conceder a una mujer la oportunidad de rechazarlo, y esto no es posible si no hay antes una postulación. D. Cosme zanjaba la cuestión teórica dando un enérgico bastonazo sobre el suelo y añadiendo: ¿por qué cree usted que me adoran, hijo mío? Hoy ya no es lo que era. El pasado parece un país lejano donde se hacen las cosas de otro modo y, sin necesidad de muros, la frontera es infranqueable. La elegancia de un aristócrata no es tanto una estética como una ética, cuyo dictado nos ordena desenvolvernos de tal manera ante los otros, que no quepa jamás otra cosa que un agradecimiento. ¿Usted me entiende?