viernes, 11 de noviembre de 2022

RELEVO GENERACIONAL

A golpe de vista cada cual pertenece a una generación. En cada tiempo histórico conviven varias generaciones superpuestas y, dependiendo de la velocidad de los cambios, habrá más o habrá menos en el corte temporal que seleccionemos. Al golpe de vista hay que objetarle su manía de mirar de golpe en lugar de posarse con la delicadeza de una mano maternal. El golpe señala, pero no matiza. Pongamos la lupa sobre lo que es una generación y permitamos que la vista se expanda por el paisaje. No existe, según se aprecia, más que una continua interacción entre personas que comparten una época donde los cambios impulsados por unos arrastran a los otros. Las fronteras entre unos y otros, tan diluidas como los cambios de ciclo, se marcan con los cambios simbólicos o culturales que se comparten. La obstinación a un nuevo ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada valdría como carnet de pertenencia a una generación antigua. Un activismo propositivo o un comportamiento adaptado a un nuevo valor comportaría el carnet de los pertenecientes a una generación nueva. Sin embargo, la convivencia de estas generaciones propicia, mucho más hoy en día, un intercambio permanente de informaciones intergeneracionales que posibilita una permeabilidad hasta ahora desconocida. ¿Por qué desconocida? Porque el concepto de generación no sólo se ceñía al cuerpo cultural compartido por un grupo de personas, sino que incluía el factor de la edad similar y tal elemento parece estar desdibujándose. Puede apreciarse la asunción de valores emergentes por parte de un colectivo cada vez de mayor edad. Véase quiénes han asimilado la igualdad real entre hombres y mujeres o la diversidad de familias o condiciones sexuales. También puede observarse la irrupción de una actitud reaccionaria en colectivos jóvenes. Véase quiénes están jugueteando con el viejo militarismo, el fascismo o el machismo regresivo. Es conocido, también, que la historia nos muestra periodos de progreso junto a periodos de retroceso, no es nuevo. Lo que es distinto ahora, es la fluidez comunicativa que dota a las generaciones de una movilidad cultural que se va alejando de su condición cronológica. Teniendo la misma edad que un semejante se puede pertenecer a otra generación. Los coetáneos no tienen por qué ser contemporáneos.

Estando así las cosas –que diría Julio César- llama la atención la buena acogida que tienen las acciones encaminadas a “facilitar el relevo generacional”. Debemos llamar la atención sobre el argumento de Perogrullo que esgrime la biología para tal menester. La naturaleza, en perpetuo estado de sustitución de lo viejo por lo nuevo y con un plan indiscutible de obsolescencia programada, inventa una muerte que aparenta un acabamiento cuando es un resurgir. A la sociedad le vendría bien aceptar que sólo puede imitarla cuando, el ciudadano, ya no cumpla su función social primordial que es una contribución útil a la misma. Las ideas, costumbres o métodos evolucionados o en favor de una sociedad más avanzada deben ir ocupando cuánto antes el espacio y el tiempo en una comunidad, pero esto para nada significa que haya que dar paso a los más jóvenes por el mero hecho de serlos. Los jóvenes llevan incorporada su razón biológica y tarde o temprano conquistarán la plaza. Con buen juicio se aducen dos situaciones en las que es ético facilitar el relevo. Cuando hablamos de facilitar el relevo lo que se viene a decir es que se precipita una sustitución inmadura todavía contraviniendo las leyes de la naturaleza; también de la naturaleza social. Es decir; se adelanta, se empuja, se estimula o se excita una renovación a la que de modo natural no le corresponde hacerse cargo. La primera de esas razones éticas para propiciar el relevo generacional es cuando se da la circunstancia de que los proponentes están en condiciones de hacer más o mejores aportaciones. Cualquier resistencia contra un cambio de tal signo es objetivamente reaccionaria y paralizante. La segunda de estas causas éticas tiene que ver con el cansancio, la fatiga y la voluntad de los candidatos a ser sustituidos. En puridad, una generación cansada o decididamente inclinada a dejar el mando cae automáticamente en la jurisdicción de la primera razón ética. No es tanto un asunto de edades, sino de actitudes y aptitudes. En cuanto a mí, que para llegar a ser joven he gastado ya tantos años, si me dan a elegir, quiero pertenecer a la del 27, pero eso ya será para otro artículo.