lunes, 11 de enero de 2021

Un Madridal Ayuso

 


Lee uno la frase lapidaria de Ortega: “O se hace ciencia, o se hace literatura, o se calla uno”, e inmediatamente, pobre de mí, sólo puedo escribir una gran callada con la que salir airoso del trance. Callo, por tanto, un copo o dos sobre la tonsura del globo terráqueo que, al parecer, coincide con La Puerta del Sol. Madrid es clerical y por eso la tonsura se exhibe en formato de plaza en la coronilla del mundo, que es el kilómetro cero. Los fotógrafos hacen su agosto con tanto invierno y dan a entender que el órgano principal para comprender el mundo es el ojo. Los niños, tengan la edad que tengan, juegan a tirarse bolas, como los políticos en días corrientes. Van con toda soltura de la bola al bulo y del bulo a la bula. Los políticos no hacen ciencia, tampoco literatura y no se callan; es el signo de los tiempos. Madrid va camino de tener la costumbre de la desdicha y no la experiencia.

Yo, que vivo ya un tiempo en la periferia del género humano y que fuera de mi casa carezco del estatuto de fantasma, no salgo de mi asombro (a la entrada de mi biblioteca cuelga un letrero: “asombro”). No quisiera contradecir a Ortega, de modo que sigo callando que, por ejemplo, tengo una relación con mi estufa a la que le he puesto el nombre de “circunstancia”. En el calor de nuestra conversación pugnamos por ver quien supera a quien; no hay reglas fijas para eso. No se puede hacer el amor con un tratado de erotismo al lado; en este caso es que te quemas. Nos mordemos la lengua para no decir que el resto del cuerpo clerical, que no es tonsura, se retuerce bajo el paño negro de una sotana extendida como piel de toro, y nos tiene hasta el mismísimo kilómetro cero.  Madrid es un género, decía Paco Umbral, pero va camino de ser de “género tonto” porque tanta lengua en formato pala quita nieves y tanta lupa mediática, nos trae el amargor de comprobar que los mismos que se agolpan a pie de nieve, se agolpan a pie de urna.

Madrid es un tiempo dentro del tiempo; el tiempo nos dará la razón y el sentido. Por cierto, un sentido incomprensible que atiende al famoso principio de indeterminación del sentido, según el cual, si el sentido se comprende no se puede explicar y si se explica no se puede comprender. No sé si me explico, aunque esto forma parte de la callada que escribo y si me explico, no me vais a comprender. Una “soleá” de La Serneta lo decía con más gracia: “presumes que eres la ciencia, / yo no lo comprendo así, / porque siendo tú la ciencia, / no me has comprendido a mí”. No me queda más que, con cierta sorna, revolver palabras cínicas de Sánchez Ferlosio dirigidas al “Creador”: “Señor, ¡tan uniforme, tan impasible, tan lisa, tan blanca, tan vacía, tan silenciosa, como era la nada, y tuvo que ocurrírsete organizar este tinglado horrendo, estrepitoso, incomprensible y tan lleno de Ayuso!”  Con esto, creo que la hemos callado, amigo.     

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