Como el musgo frío en las rocas sombrías,
brotan las juventudes vencidas
sobre el lienzo de bocací, que son mis manos.
Allí se extienden,
oleaginosas,
las claridades postergadas de actos lejanos,
donde jamás estuvimos,
donde nunca nos hospedaron.
Hoy sangran dulcemente,
como ciruelas maduras,
o como el resplandor del vino,
en la boca de la lujuria.
Mis juventudes perdidas
callan a voces un aleluya.
Aquí en la cima del tiempo,
donde la sombra comienza a descender las horas,
bosteza tan distante la distancia,
está tan lejos lo lejos,
que apenas un rumor alcanza a descubrir,
que hay aire
y que el aire es nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario