Stendhal
quiso teorizar completamente en serio sobre eso que Sócrates llamó: las cosas
del amor. Según Ortega, nuestro queridísimo Ortega, merecería la pena emplearse
seriamente en el estudio de la famosa teoría del amor como cristalización. En
resumen, esta teoría define al amor de constitutiva ficción. “No es que el amor
yerre a veces, sino que es, por esencia, un error. Nos enamoramos cuando sobre
otra persona nuestra imaginación proyecta inexistentes perfecciones”. Para Stendhal
es menos que ciego: es visionario. No solo no ve lo real, sino que lo suplanta.
Cualquier
variable de las contenidas en la estupenda novela de Lola Beccaría “mientras no
digas te quiero” viene a formular a Stendhal la siguiente pregunta: ¿Y qué? ¿Cuál
es la objeción a que una realidad quede suplantada por otra? ¿No es, acaso, la realidad
sobrevenida un fantástico espacio de expansión y arraigo de la felicidad? La
autora, con una dulcísima pose narrativa y una limpia idea de las claves
misteriosas del amor, le planta cara al teórico para esgrimirle una pregunta
definitiva: ¿No será que el error es salirse del amor?
“Nos
acostamos con quien queremos, pero el corazón se nos resiste”. “Sabemos todo
sobre el sexo y, sin embargo, el amor es cada vez más misterioso”. En “mientras
no digas te quiero”, se va a proponer una estrategia de seducción; pero no es
un taller cualquiera que trata de enseñar trucos para conquistar hombres o
mujeres, sino que facilitará la exposición en abierto de las aspiraciones de
varias mujeres que van a encontrarse, por primera vez, frente a sí mismas.
Aprenderán a entender que la entidad femenina no se completa proyectándose
hacia un hombre, sino que, cualquier seducción, ha de empezar buscando la
autenticidad de la naturaleza propia.
Lola Beccaría
vuelve a poner de relieve con esta novela una visión analítica de la compleja
sicología femenina en el terreno de los amoríos. La mujer tiene que adaptarse
también a una actualidad que ha incorporado un conjunto de nuevos valores,
entre los que se encuentra el placer del sexo no intervenido con cargas morales
e independiente. Y eso no significa una renuncia, ni siquiera una mínima
degradación del lugar que ocupa la necesidad amorosa en toda su potencia. Lo
que significa es que existen muchos modelos relacionales entre hombres y
mujeres, y de lo que se trata es de encontrar y experimentar todos aquellos que
concuerden de verdad con lo auténtico de cada cual.