Alcanzar verdades ontológicas
sobre la realidad cotidiana no es un asunto exclusivo de la filosofía
reconocida y, si bien es verdad que la entidad del pensamiento se acepta mejor
cuando se cubre de una cierta seducción
lingüística, también hay que admitir que, fuera del lenguaje, hay verdades
incontestables de uso diario como la de que “cuanto menos me afeito, más duran
las cuchillas”. A primera vista se trata de una pretensiosa evidencia con
mayores aspiraciones de las que podría suponerle cualquier lector desocupado;
sin embargo, ha sido desechada como parte de la “ley de la naturaleza doméstica”
una y otra vez, sin que tal elusión pueda clasificarse entre las conscientes o
inconsciente, sino entre las idiotas. No es así, y se pueden hacer comprobaciones
de distinta factura. Una de esas comprobaciones es precisamente la factura del
Mercadona que a poco que se repase canta tal conclusión. No basta con que la frecuencia
de compra sea menor, eso puede llevar a engaño; hay que dudar, pues esa es el
eslabón más fuerte del método filosófico y elucubrar si cabe la posibilidad de
que se hayan comprado en otro sitio, por más que en estos tiempos casi todo el
mercado sea Mercadona (de ahí su nombre premonitorio). Que estas disquisiciones
puedan pertenecer al mundo sensible o al mundo ideal no es cuestión discutible
ya que mis cuchillas llevan incorporada una mesilla de gel suavizante y, por
eso, Platón no dudaría en incluir esta realidad en el primer mundo. Tampoco es
una acción banal sin consecuencias planetarias de primer nivel, pues de tal
axioma se colige que, con poco que pongamos de nuestra parte, tenemos la capacidad
indiscutible de interceder en la obsolescencia programada de los materiales
afeitándonos cada tres días en lugar de cada mañana. Otro protocolo de
verificación es la observación directa de los objetos que, al parecer es simple
porque consiste en mirar las cuchillas en el cajón de las cuchillas; pero hay
que incluir, querámoslo o no, la cuantificación del tiempo y eso requiere haber
leído a Kant y saber que la entidad “tiempo” no pertenece más que a la
condición mental humana, lo que complica la cosa gravemente. Esta formulación
admite, sin duda, dificultosas derivaciones de cuya trascendencia no voy a
hablar en este apunte porque, por ejemplo, se podría determinar que “cuanto
menos me afeito, más duran las cuchillas siempre y cuando no las use para
cortarme las venas” ya que las cuchillas que cortan venas son de un solo uso y
eso todo el mundo lo sabe.
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