Al baile de
los cortesanos le sienta muy bien el subjuntivo, de hecho esa danza de vacíos y
oquedades es más imaginativa que cierta, no hay más que asomarse con el oído afilado
para saber que, mientras unos se mueven con los sones de un vals y ofrecen su
brazo o su cintura para completar la pareja, el solicitado o la solicitada
acepta con movimientos de rock and roll y cada cual baila su música sin apenas
rozar el sentido del compañero de baile.
Demasiada
Corte para tan poco salón de baile. Demasiado matiz lingüístico ese del “subjuntivo”
para que puedan comprenderlo quienes se creen siempre en el “indicativo”. No es
ya que la incertidumbre sea consustancial al modo subjuntivo, sino que la
coreografía es de una inconsistencia nunca vista, lo que la reputa para el
espectáculo de un circo pongamos por caso, pero nunca para un auténtico Arte;
el Arte de lo posible que es la política, por si no se habían dado cuenta.
Como son
vacíos contra vacíos, pues se traspasan sin verse ni mancharse y quedan las
músicas con muchísimo más cuerpo que los danzarines de humo invisible. Se creen
pluscuamperfectos y no han llegado a condicionales y, ya entrados en esta
harina, lo contemplado es “petafísica”, que no es otra cosa que una metafísica
de quiosco que en boca proporciona un retrogusto saltarín y juguetón, pero
absolutamente nada más.
“Compratítulos”, “copiatesis”, “pistolero”,
“bienmandado” y “paleomarxista” conforman la espuma de un sistema en escombros
que demanda más altura y más cuerpo. A veces, para el baile, da igual la música,
con tal de que todos bailen la misma o sepan en qué modo verbal se está
jugando. Se ha rebasado la frontera de la mediocridad hacia abajo y estamos en
la “inferiocridad”. Por primera vez en la reciente democracia española todos
los líderes poseen una característica común: restan votos a sus partidos en
lugar de sumarlos.
Suerte que las conjugaciones
encuentran acomodo a lo largo de cualquier tiempo, sea para bien, sea para mal;
pero siempre encaja la historia en un molde único e inamovible, aunque la
hermenéutica haga verla desde muchos lados. Nos contentamos con que no se use
el imperativo, pero ¿qué hacemos, qué hacen?
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