viernes, 26 de marzo de 2021

Ejercicios de libertad.

A veces hago ejercicios de libertad de pensamiento por el corredor de mi casa. Tengo que decir que se quedan en meros ejercicios de calentamiento. No tengo memoria de haber jugado nunca de titular. En esos entrenamientos puedo pensar en la derogación de las vanguardias como si, de verdad, hubieran sucedido. Pero puedo pensar, también, que las características de un tiempo se limitan a ser simplemente un relato y todas las vanguardias están presentes, con o sin relatos. El sistema feudal, por ejemplo, no cuenta nunca para referirse a las compañías energéticas o a las de comunicación. Parece que la épica haya cedido terreno a la burocracia, pero a mí me da por pensar, en mis ejercicios, que sólo ha cambiado la lanza del héroe por el gris marengo del traje de chaqueta. O que el terrible duelo del que sólo podía quedar uno vivo, ahora, en lugar de en campo abierto, se practica en hoja de reclamación abierta y las pistolas o las espadas son los hilos de razones que unos y otros esgrimen sobre el terreno.

Lo mismo que hay que equilibrar los ejercicios de elasticidad, tonificación, fuerza, agilidad, coordinación, etc., yo hago esfuerzos por abolir la intransigencia del pensamiento único y permito, con cierta sorna intelectual, que se diviertan mis neuronas pidiendo divorcios a granel de las muchas otras con las que están en matrimonio “sináptico”, o entonando el “son tus cacúmenes, mujer los que me sulibellan”. Una neurona, en cuanto se queda libre, se pone que da gusto verla. Por eso es solicitada y abordada desde otras muchas pretendientes y se puede observar cómo son constructoras de otras realidades hasta ahora invisibles. Yo nunca había pensado –por falta de soltura neuronal- que lo único que se ha hecho vírico de verdad es el virus, cuya apabullante solidez espero que haya relegado por mucho tiempo al término “viral” a su sitio. Así que pongo el pensamiento a correr por la banda y, en cuanto suelto rigideces, me percato de que, a la sombra de algunas neuronas, brillan otras verdades muy ocultas que nos demandan luz y voz.

Como en todas las épocas, una cosa es calentar y otra muy distinta es salir al campo a jugar. Yo, cuando estoy preparado y completamente sudado, me doy cuenta del cansancio y de la suerte de no haber corrido el peligro de una partida oficial. Dejar el pensamiento al aire libre y ventilado, sólo puede hacerse en el corredor de la casa, cargando con el peso de la paradoja, que es un ejercicio de halterofilia filosófica. Me da por dejar libre la idea de que la mentira tiene muy mala prensa, o que vivimos un tremebundo acoso contra la naturaleza humana, sin percatarnos de que la yerba acaba siempre rompiendo el ladrillo. Pienso que “el Señor de estas tierras” nunca ha descabalgado. El surrealismo convive –no hace falta mucho esfuerzo para verlo- con el romanticismo, con el simbolismo, con el expresionismo y sin abandonar un momento el realismo. Se me ocurren consejos sin estrenar y sin avales de ninguna agencia mundial de homologación de consejos. Un día tuve una idea oficial, pero no quise contarla para no perderla. Dedico tres días a la semana a hacer abdominales con los tres pesas civilizatorias tan denostadas: “sentido común”, “buen gusto” y “cultura general”. Otro día diré para qué; hoy no es bueno atreverse, como siempre.     

  

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario