En el fondo un romanticismo tardío les alianza el alma con su
casa-madre. Lo que aprendieron de la “matria” no se lo arrebata la “patria” y,
sobre todo, sus dientes antes que sus parientes. Les salva el cinismo como
único resorte de una inteligencia opaca; ni siquiera les alcanza la reputación
del secreto, y en estos momentos el beneficio de la duda está invertido en
favor de la acusación. Responder siempre lo mismo ante cualquier pregunta, sea
la que sea, ya no es un ejercicio de retórica parda, ni tampoco un insulto, es
una violenta agresión a la dignidad colectiva, una guerra que trata de
aniquilar lo que queda de sociedad superviviente y, esa cantinela no debe
servirles ya ni para ganar tiempo, ni al pueblo para adormecerse.
Al “sufrido”, es decir, al pueblo, los finales sibilantes de
D. Mariano les resultan ventosidades, y los redobles de cabeceo de D. Alfredo,
como para tomar la Bastilla, provocan arcadas y risotadas en el palco, por
favor repartan bolsas (no cabe incertidumbre; son “el hombre desdoblado” de
Saramago). Si se pudiera decir que provienen de alguna sabiduría, del
Brahmanismo o del Vedanta, por ejemplo, pero vienen del partido (la “matria”)
como otros provienen de los escolapios, donde tiene lugar el éxtasis de la
sociedad cerrada y un aire denso les aclimata el ambiente en las clases de
podredumbre. Son clases intercambiables y homologables, sombrías y oscuras con
créditos validables para todas las catapultas.
Ya no es tiempo de decir que no todos los políticos son
iguales, eso hay que probarlo. El delincuente está arropado por el encubridor,
el sátrapa está apoyado en el pusilánime, el mediocre descansa sobre el
cobarde, el tonto se elige en el Congreso como mal menor, el estúpido llega a
la cima porque todos temen su estupidez, el ladrón compra voluntades con el
dinero de sus robos, los bobos se adoctrinan para que crean que esto es así. Lo
que antes fuera la “razón de estado” hoy es la “razón de partido” y cada caso
es un Dreyfus condenado a sabiendas de su inocencia. La alta política y la
“realpolitik” es “la conjura de los necios” acallando la estridencia y
sazonando el hedor con auditorías peregrinas y comparecencias de primaria. En
las aulas de los partidos solo se aprende eso.
El buen político, hombre de conciencia intelectual con
aspiraciones a mejorar la sociedad de todos, comprometido humanamente con una
idea de justicia, de igualdad, de libertad y de sociedad, valiente para
desentrañar los defectos de la convivencia y con capacidad para proponer la
transformación de la vida en común, con talla humana y/o nivel intelectual,
independiente para denunciar, señalar y castigar rápidamente las corruptelas de
sus propios, nos ha sido arrebatado por
esta panda de putas de carretera. No todos son iguales, claro está, pero
aquellos que se corresponden con el ideal de nobleza de la política no quieren
entrar en el prostíbulo y la indolencia de unos ciudadanos aletargados no ha
comenzado todavía a barrer el local. Vaya plan.
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