Athos, Conde de la Fère, contrae matrimonio con una mujercita,
bella como los amores, de quién está locamente enamorado y recibe las ingenuas
delicias de su juventud. Un día, mientras paseaban amorosamente, a ella le
sobreviene un desvanecimiento y, por accidente deja al descubierto parte de su
piel donde hay tatuada una flor de Lis. “¡El ángel era un demonio!”, grita
Athos. Inmediatamente procede a su ahorcamiento, sin más notificaciones ni
preavisos. Traspasados los muros de la fantasía y adviniéndonos a la realidad
del Duque de la cosa erecta, el paralelismo con el episodio que escribe
Alejandro Dumas es visible. El Señor de los empalmes ha venido tapando su flor
de lis hasta que un desvanecimiento ha dejado al aire sus ejercicios de
nobleza. La Casa Real ha reaccionado amputándose un miembro en su página Web,
que es como una preterición sin cafeína, pues la página web es secamente un
espacio virtual y, mientras tanto, el miembro Real sigue pegado a la carne como
la mano al brazo. ¿Será Urdangarín la mano en el conjunto del cuerpo? Téngase en cuenta sus proezas en el
balón-mano. No es baladí la comparación con tal extremidad por más que él se
reivindique “en Palma-do” con ese jueguito sutil y brillante de palabras
encadenadas que tan hermosamente le retrata. Más bien parece que lo que sí ha
venido empalmando es una fechoría con otra y, lo que es aún más claro: los
balones le han llegado a la mano porque en el equipo todos deseaban pasarle la
pelota. Su posición en la cancha era más adelantada para el gol. Ahora que
podríamos decir que se ha “caído con todo el equipo” tendremos que mordernos la
expresión y quedarnos en eso de que el “ángel era un demonio”. Y
asistimos y asistiremos al espectáculo grotesco de un sinfín de notificaciones
y preavisos, mientras el equipo seguirá entrenando. Aquí hay más flores de lis
de las que por accidente se han mostrado, no percibís el perfume en el viento?
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