miércoles, 13 de febrero de 2013

Respaldo a Ada Colau.

Convengamos en que una de las peores formas que adopta el crimen es cuando se hace respaldar del ordenamiento jurídico. No cabe ninguna duda de que se va a entender bien si se traen algunos ejemplos. La esclavitud fue un asunto deleznable y repugnante, aun en el tiempo histórico en el que estuvo vigente. El exterminio judío a manos del fascismo alemán contó con todas las bendiciones legales del derecho positivo y sólo pudo condenarse recurriendo al derecho natural (véanse los juicios de Núremberg). Entonces, como ahora, todo comportamiento palmariamente injusto de las leyes en vigor, sobre todo, cuando de esa injusticia se derivan auténticas situaciones de drama humano como en la esclavitud, es un crimen. Y quienes lo sustentan con su posición inmovilista o temerosa son criminales amparados por la legislación vigente. El asunto hipotecario en este país exige implicaciones humanas de la sociedad civil porque, tanto por la letra antediluviana de la propia Ley de principios de siglo, como por las nefastas e interesadas manipulaciones en el sector inmobiliario de los últimos años, el hipotecado es una víctima del sistema urdido entre bancos, especuladores y las instituciones políticas. El tamaño de la injusticia es tan grande y tan alto que ha conseguido poner de acuerdo a jueces, magistrados, alcaldes, policías locales, cerrajeros, secretarios judiciales, prensa nacional e internacional y muchos otros. Ellos se han puesto de acuerdo en manifestarse públicamente contra los desahucios masivos y también contra el concepto de “deuda eterna” de los desahuciados. La legislación comparada tampoco aguanta un debate serio. En “petit comité” hay algunos políticos indignos que se avienen a reconocer las tragedias que se están derivando de una norma obsoleta y violenta, pero su escasa talla humana no les deja hacer pública su opinión. A mi juicio están cometiendo un crimen con la ley en la mano.    


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