De la corbata se ha dicho que es la última coquetería del hombre,
el último feudo de amaneramiento permisible. El dichoso trapito cuenta con las
certificaciones de un fundamento histórico suficiente, no se hace necesaria la
referencia. Ha sido y es un signo de elegancia tan decorativo como práctico. Engola
el buche seductor del pajarraco al tiempo que le abriga la garganta y le chorrea
graciosamente la pechera salpicándolo de coloridos imposibles. Para el buen uso
de la corbata es imprescindible saber mover la cabeza y para saber mover la
cabeza es condición tenerla. De otro modo, la corbata es afectación en lugar de
elegancia. La sabiduría popular es muy precisa en esto y sabe distinguir a
golpe de vista una corbata de otra como a un ahorcado de otro. Llevar un nudo
en la garganta puede ser tan garboso como patético; hay que estar dotado de
aquel sentido antiguo, tan defenestrado hoy, que es el “buen gusto” para dar
con el pescuezo adecuado y la ocasión propicia. Dentro del ámbito laboral hay
quienes pasean el cargo al cuello porque no conocen otro método de exhibición
de mérito ni divisa de jerarquía que la que va por fuera, y se apresuran a la
atadura en cuanto reciben el nombramiento.
Este tipo de hombrecillos en cuanto se anudan la corbata empiezan a
mirar por encima de las gafas, aunque no usen, y confunden el trapo con unas
alzas en los zapatos. Es importante el tamaño de la lengua como extensión de la
burla y el modelo de anudado, que siempre es corredizo como en la soga del
ahorcado. Hay personajes con corbata y corbatas con personaje, se ve muy bien
quién lleva a quién. La manera más natural de ejercer la prenda tiene que ver con
la invisibilidad y el mimetismo, con ir diluyéndose graciosamente en el
conjunto personal e incluyendo en la composición los adornos de la
personalidad. Si no es así, como un “sfumato” pictórico, el personaje comete un
“corbatismo” con ensañamiento, que lejos de herir da una risa tan floja como el
nudo que no aprieta. Ahora, que el hombre y el oso van dejando de ser hermosos
por feos, no se me antoja la corbata como la última coquetería, sino como el
trazo definido de un polígrafo pintado en el pecho que dice exactamente la
verdad de quién es quién o, al menos, hace
un señalamiento muy interesante siguiendo el hilo de lo que apunta.
lunes, 25 de febrero de 2013
Actualidad desde la gripe.
Bastan poquísimas horas de enfermedad y reclusión para que lo
que vienen a llamar “actualidad” suceda de corrido en los aledaños del propio
saloncito y no te quede otra que ponerte al día de paracetamol y seriales de la
tristísima realidad. Es indiferente que hayas seguido o no “la cosa” de los
desmanes televisivos y sus mil variantes discursivas, porque en menos que te
suenas los mocos te enteras de todo al detalle. Parece que no viene nada mal
que, de vez en cuando, la gripe se apodere de uno y lo aprese frente a la
prosaica y pedestre naturaleza del “sinvivir” rutinario. Han estado muy
graciosos Los Goya y sus cuchufletas, pero lo verdaderamente de troncharse han
sido las reacciones políticas de nuestros? representantes, dejando un nivel de
parvulario suspendido en el aire tan simplón como triste. Bárcenas se ha
llevado la palma de oro en los premios que otorgamos los griposos, tras pasear
la alfombra donde descalzarnos las babuchas de pueblo raso y con sentido común.
Aún no sé qué ha dicho ante un notario que no deba decir ante un juez o ante el
partido o ante el país entero. Los desahucios han vuelto a la palestra también,
sobre todo con perseverancia y un alentador “in crescendo” que llevan sangre
tan exclamativa como una bala -las balas han sido siempre exclamativas como las
pistolas interrogativas-. En el trasiego que va del sopor dulce hasta la náusea
quise oír que un Papa había dimitido, lo que no me parece importante a no ser
que se use el suceso para decorar una novela pornográfica donde los oropeles,
la curia y el fetichismo juegan un papel importante, amén de las concepciones
morales de los actuantes. Aquí lo que llama la atención del moribundo griposo
es que todavía se sorprendan algunos del ruido de sables que trasciende de la
Capilla Sixtina, pero también hay que congratularse de que a la mayoría le
importe un pimiento todo eso del Vaticano y el periodo de cuaresma bicefálica
que se abre. Nadie se alarme, pero en vez de un Papa habrá dos. “El estado está
en descomposición” dice el ex presidente autonómico Revilla y, claro eso es
nombrar la soga en casa del ahorcado, porque la gripe viene descomponiendo todo
muy a lo Urdangarín y Doña Infanta con la Monarquía y no está el cuerpo para
esos gases. El método tres, que sugiere otros dos métodos más como mínimo,
solapa el catalanismo en un salto de fin de semana y el debate sobre el Estado
de la Nación ha quedado tan arcaico como este artículo pasada la gripe.
jueves, 14 de febrero de 2013
El Mito de Crissua.
Fue anterior a los amaneceres y al significado de las letras.
Tan anterior al principio del Tiempo que no habían sido fundados aún los
espacios infinitos, ni instalados los sucesivos caos del cosmos, ni el cosmos
mismo. Diríase que sucediera por delante de la realidad sin alcanzarla.
Un tronante latigazo de luz, aún no cabía nombrar los rayos ni
los relámpagos pues no existía la climatología, cobró el ímpetu de los cuerpos
incandescentes bajo la extensa noche y áspera oscuridad de la nada. Su
amorfismo primigenio se fue mudando en la figura viril más hermosa de los
preliminares del tiempo. Tan violenta
era su belleza que los universos, galaxias y planetas tuvieron que posponer su
nacimiento por no quedar perennemente obnubilados. La potencia armoniosa que
adquirió su carne soberbia no mancilló una pizca la descomunal ternura de sus
gestos. Su boca y sus ojos darían lugar a la música. Su carne sirvió a Júpiter
para la lluvia de oro que sedujo a Leda, pero eso fue mucho después, si cabe
hablar de secuencias temporales. Así irradiante, vagaba en el aire innombrable,
y su preciosidad era tan dúctil que se desprendía de sí mismo, licuado,
vertiéndose en canales, arroyos y ríos que se expandían sin límites empapando y
anegando en mieles y almíbares toda la extensión de la inmortalidad. Así, derretida su lindeza, habiendo
conquistado y ocupado el completo ideal de la perfección y el Arte, se durmió,
digamos un tiempo.
Entonces, -el mito es confuso en esto-, la futura Diosa de las
palabras innombrada “Verbatia”, compareció en la Historia, desde no se sabe
bien dónde, pletórica sobre una cuadriga lujosísima que tiraban dos entes
encariñados sin figura reconocible, cuyos nombres eran “Xisca” y “Filipa”. Se
detuvo ante el espectáculo de un Océano impetuoso de aguas graves y
espléndidas. Y sintiendo en las entrañas una atracción imparable y una sed
inefable, como jamás recordara haber notado, desprendiéndose de su atuendo de
ensueño, brocado de felicidades y signos de puntuación, Verbatia se zambulló
ávida y febril, sin saber lo que hacía porque quedó engendrada en ese preciso
trance.
Ningún elevado signo de lo eterno se había deslizado todavía
en su conciencia y, llamada a inventar las palabras, comprendió que la delicada
criatura de su vientre, a quién llamó “Crissua” por distinguirla, estaba
destinada a poner sentido, belleza y significado en el corazón mismo de las
palabras y las letras todas, cuando las hubiera. Crissua es el néctar primoroso
que cada palabra contiene en la barriga y cada expresión sugiere cuando el
lector supera el envoltorio. También es el ultramundo que cada escritor
vislumbra y persigue en el más allá de lo que dice. Adviértase la entrelínea
perfumada de aroma magistral y la luminosidad encendida que los vocablos
revelan. La Humanidad debe a la linda
locura de Verbatia y a la terrible fertilidad de la belleza la dicha y la
gracia con que las palabras vienen dotadas. Crissua es el sentido.
miércoles, 13 de febrero de 2013
Respaldo a Ada Colau.
Convengamos en que una de las peores formas que adopta el
crimen es cuando se hace respaldar del ordenamiento jurídico. No cabe ninguna
duda de que se va a entender bien si se traen algunos ejemplos. La esclavitud
fue un asunto deleznable y repugnante, aun en el tiempo histórico en el que
estuvo vigente. El exterminio judío a manos del fascismo alemán contó con todas
las bendiciones legales del derecho positivo y sólo pudo condenarse recurriendo
al derecho natural (véanse los juicios de Núremberg). Entonces, como ahora,
todo comportamiento palmariamente injusto de las leyes en vigor, sobre todo,
cuando de esa injusticia se derivan auténticas situaciones de drama humano como
en la esclavitud, es un crimen. Y quienes lo sustentan con su posición
inmovilista o temerosa son criminales amparados por la legislación vigente. El
asunto hipotecario en este país exige implicaciones humanas de la sociedad
civil porque, tanto por la letra antediluviana de la propia Ley de principios de
siglo, como por las nefastas e interesadas manipulaciones en el sector
inmobiliario de los últimos años, el hipotecado es una víctima del sistema
urdido entre bancos, especuladores y las instituciones políticas. El tamaño de
la injusticia es tan grande y tan alto que ha conseguido poner de acuerdo a
jueces, magistrados, alcaldes, policías locales, cerrajeros, secretarios
judiciales, prensa nacional e internacional y muchos otros. Ellos se han puesto
de acuerdo en manifestarse públicamente contra los desahucios masivos y también
contra el concepto de “deuda eterna” de los desahuciados. La legislación
comparada tampoco aguanta un debate serio. En “petit comité” hay algunos
políticos indignos que se avienen a reconocer las tragedias que se están
derivando de una norma obsoleta y violenta, pero su escasa talla humana no les
deja hacer pública su opinión. A mi juicio están cometiendo un crimen con la
ley en la mano.
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