Mostrando entradas con la etiqueta Verdad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Verdad. Mostrar todas las entradas

viernes, 3 de abril de 2020

VERDAD ANÓNIMA.


Posee toda expresión un prodigioso soplo de eternidad que se afianza sobre un ejercicio de independencia. Todo lo que se dice, una vez dicho, prescinde del dicente y comienza un vagar en solitario. El mensaje reivindica su autonomía para alcanzar una plenitud universal, sin la cual, queda en subjetivismo emocional. Nada contra este modelo de expresión subjetiva, salvo que, muertos los sujetos, muerto el mensaje. No así, cuando la pintura, la música o la palabra contienen dentro de sí un trozo de realidad escindida o una realidad novísima, cuya existencia depende únicamente de esa expresión. En el primer caso de “realidad escindida”, el mensaje coincide con la verdad y en el segundo caso de “realidad novísima”, coincide con la creación. Ambas potencias, la verdad y la creación, vienen a ser en estos tiempos de contagio, una vacuna eficacísima contra la peor de las enfermedades; esa que no está en la atmósfera, sino en los corazones.
¿Después de todo, quién de todos nosotros no daría, hasta lo que no tiene, por encontrar las palabras precisas que llevaran dentro de sí la abolición de la desesperanza? ¿Quién no sacrificaría su pobre rutina de escritor insustancial por hilar con exactitud el rayo de luz que diera esplendor a todo el que lo leyera y, al menos, mientras estuvieran paseando los tristes ojos por las veredas que la escritura traza, se elevara en cada corazón la altitud de un pedazo de dicha? ¿Quién no, digo, sacudiría sus ejercicios de búsquedas fútiles y oropeles y prescindiría de su precaria fama, permaneciendo anónimo con tal de poner, palabra por palabra, un ancho camino por donde llegar a sanar, sobre todo, las almas?
En días en que ha quedado derogado el porvenir, y el tiempo se hace tan lento que no es capaz de convertirse en pasado, esto que nos pasa es lo más parecido a la eternidad. El hermoso recado que el momento nos está dejando, pienso, no precisa de mediación ni emisario para que, cada cual, lea lo que a los ojos de su espíritu es la verdad o la creación. Venturosa mano anónima que escribe con letras evanescentes verdades intemporales y las deja posadas sobre una tierra fértil, con suavidad, para que germinen y hagan mañana jardines y paraísos en las entrañas mismas de todo lo humano.  Es un canto imposible, pero es un canto necesario. No podemos aprehender todo lo que de fuera nos arrebataron, sino por el anhelo de convertirlo en parte de nosotros mismos. Todo lo que internamente seamos, lo seremos externamente.
Este renglón de eternidad en nuestra personal novela nos ha provisto de una palabra de los indios Puri (tribu del este de Brasil), de quienes se dice que “tenían solamente una palabra para decir ayer, hoy y mañana, y expresaban la diversidad del sentido señalando hacia atrás, hacia adelante y sobre la cabeza”. La palabra, sea cual sea, ahora nos da un manotazo en la cabeza, tal vez, para que miremos hacia uno mismo y encontremos las tierras inexploradas del espíritu que, al recorrerlas, nos podrán hacer expertos en cosmografía de la intimidad. Puede ser.   

miércoles, 17 de julio de 2019

LA MONÓTONA HUMANIDAD


A menudo se establecen y se institucionalizan categorías de mezquindades humanas que no son capaces de superar la línea de la corrección política. Esta es una suerte de totalitarismo implacable, a modo de censura y autocensura, que van adquiriendo las características de “puritanismos tramposos” y “tabúes lingüísticos”. Posiblemente, asentado este entorno envolvente, el secreto y el silencio constituyan, “una de las más grandes conquistas de la humanidad”. En el fondo de ellos no creo que habite serenamente verdad alguna, sino heroicamente. Son los que Zweig llamó “héroes secretos del espíritu”. No recuerdo exactamente a qué clásico griego atribuir su frase de que “la naturaleza ama ocultarse”. Lo estrambótico de la modernidad es que se haya virado del noble ejercicio de la búsqueda de la verdad al laborioso empleo de esconderla, con el único propósito de no levantar sospecha.
En este clima globalizado, cuando la superabundancia de información y el conocimiento-total están al alcance del bolsillo gracias al móvil, se debería haber consagrado el mayor de los aprendizajes humanos que consiste en haber aprendido a no tener razón. A poco que se observe cualquier cosa de la que digamos que es “verdad”, se desprende que una característica  principal es su movilidad. Las verdades son dinámicas y, por pura constitución, depositarias de infinitos pormenores. Una fantasía o bien una mentira son objetos acabados, terminados, sobre los que ya no caben más preguntas ni indagaciones. En cambio, imaginemos el rayo de luz que cruza del postigo al sillón y veremos con él un número indeterminado de partículas en suspensión, diminutas a nuestros ojos; pero que sometidas a análisis con métodos espectrales exhaustivos se obtiene el anchísimo universo de un continente por partícula y sobre las que eternamente pueden recaer toda clase de preguntas. En la verdad no pueden agotarse los detalles.
Por eso, el perspectivismo, como método de observación que varía la posición del sujeto sobre el objeto, deja a la “cosa en sí” intacta en su formulación estricta de realidad completa. La “hostil cerrazón de los cejijuntos y la derretida secuacidad de los boquiabiertos”, apabullan la verdad de que todos los puntos de vista –quiero decir: puntos desde donde se observa y describe la realidad- instituyen con mayor precisión una verdad que nunca se deja atrapar por un solo costado, por más empeño que le pongan en anular las posiciones que no sean las suyas. En un mundo así, es menos heroico morir por una idea que tratar de comprender las ideas de los demás; más aún cuando las ideas de los demás, por exigencias del guion, quedan expresadas en el silencio o en el secreto.

jueves, 11 de julio de 2019

LA VERDAD NECESARIA.


           
Es tiempo de inquietud radical por temor a que en cualquier momento las matemáticas nos den el susto definitivo. La vacua esperanza desmedida que tiene Occidente en el pensamiento binario, en el maniqueísmo, en el racionalismo simple, puede fracturarse de repente en cuanto el universo nos dé una nueva orden.  Jacques Derrida alertaba de que las matemáticas no son lógicamente ciertas. Ponía ejemplo: 12 x 0 = 0 y 13x 0 = 0, de lo que lógicamente se sigue que 12 = 13. Hasta en las matemáticas se han instalado “verdades necesarias”. Curiosa expresión ésta de “verdad necesaria” cuyo último significado pone el protagonismo en la necesidad antes que en la verdad.
            Cierto paralelismo de inquietud lo hay con la gramática, cuyas galerías encierran cortes y delimitaciones de la realidad. Las palabras llevan dentro una vocación de constreñir y, sólo cuando el receptor se acerca a ellas con la intención de expandir el significado, sirven como una mera aproximación. Pero, digámoslo claro, la realidad se queda fuera. Tal vez, debamos prestarle más atención a la realidad del lenguaje en lugar de a la realidad que pretende describir. Algo así son las preocupaciones de Sánchez Ferlosio en toda su obra. Por eso es tan difícil entenderle si no es con la mente de todo el cuerpo.
            En el caso de las matemáticas, la preocupación emergente, tal y como nos ha apuntado Noah Harari en su obra “21 lecciones para el siglo XXI”, tiene por objeto lo que el desarrollo simplista de la ciencia y la tecnología puede alcanzar sobre las emociones humanas, por ejemplo. Mi regla de tres es que “la ciencia es a la cultura lo que las matemáticas es a la erudición”. Es decir; si la futura regencia va a descansar en algoritmos externos capaces de comprender y manipular las emociones humanas con incluso más tino que lo hiciera Shakespeare, no queda más amparo humanitario que acudir a la Cultura para resguardarnos y al concepto de “verdad necesaria” para salirnos de él. La Ciencia, escrita así con mayúscula, debe venir en nuestra ayuda con la implacable determinación de poner el “cero” de Derrida en el sitio que le corresponde: expandido en lo que llamamos universo.  
            En el territorio del lenguaje, sin embargo, el orden dominante de la realidad ha quedado históricamente a las puertas de palacio. Las cosas son los límites del hombre, como dijo Nietzche. Quitando las cosas, el hombre no tiene límites y puede ser todo lo romántico que la Ciencia le ordene. Por eso hay un lenguaje que tiene la misión, no sólo de rehuir la realidad, sino de crearla y ponerla al servicio de la humanidad. La propuesta consiste en enfrentar el cuatro del dos más dos porque, en verdad, no siempre necesitamos ese resultado. Mendelssohn dijo, en 1765, que “si la prosa satisface la razón”, la poesía quiere otra cosa”. Me parece intuir que “esa cosa” que quiere la poesía es salvarnos; hagámoslo.