lunes, 25 de febrero de 2013

Actualidad desde la gripe.


Bastan poquísimas horas de enfermedad y reclusión para que lo que vienen a llamar “actualidad” suceda de corrido en los aledaños del propio saloncito y no te quede otra que ponerte al día de paracetamol y seriales de la tristísima realidad. Es indiferente que hayas seguido o no “la cosa” de los desmanes televisivos y sus mil variantes discursivas, porque en menos que te suenas los mocos te enteras de todo al detalle. Parece que no viene nada mal que, de vez en cuando, la gripe se apodere de uno y lo aprese frente a la prosaica y pedestre naturaleza del “sinvivir” rutinario. Han estado muy graciosos Los Goya y sus cuchufletas, pero lo verdaderamente de troncharse han sido las reacciones políticas de nuestros? representantes, dejando un nivel de parvulario suspendido en el aire tan simplón como triste. Bárcenas se ha llevado la palma de oro en los premios que otorgamos los griposos, tras pasear la alfombra donde descalzarnos las babuchas de pueblo raso y con sentido común. Aún no sé qué ha dicho ante un notario que no deba decir ante un juez o ante el partido o ante el país entero. Los desahucios han vuelto a la palestra también, sobre todo con perseverancia y un alentador “in crescendo” que llevan sangre tan exclamativa como una bala -las balas han sido siempre exclamativas como las pistolas interrogativas-. En el trasiego que va del sopor dulce hasta la náusea quise oír que un Papa había dimitido, lo que no me parece importante a no ser que se use el suceso para decorar una novela pornográfica donde los oropeles, la curia y el fetichismo juegan un papel importante, amén de las concepciones morales de los actuantes. Aquí lo que llama la atención del moribundo griposo es que todavía se sorprendan algunos del ruido de sables que trasciende de la Capilla Sixtina, pero también hay que congratularse de que a la mayoría le importe un pimiento todo eso del Vaticano y el periodo de cuaresma bicefálica que se abre. Nadie se alarme, pero en vez de un Papa habrá dos. “El estado está en descomposición” dice el ex presidente autonómico Revilla y, claro eso es nombrar la soga en casa del ahorcado, porque la gripe viene descomponiendo todo muy a lo Urdangarín y Doña Infanta con la Monarquía y no está el cuerpo para esos gases. El método tres, que sugiere otros dos métodos más como mínimo, solapa el catalanismo en un salto de fin de semana y el debate sobre el Estado de la Nación ha quedado tan arcaico como este artículo pasada la gripe.

jueves, 14 de febrero de 2013

El Mito de Crissua.


Fue anterior a los amaneceres y al significado de las letras. Tan anterior al principio del Tiempo que no habían sido fundados aún los espacios infinitos, ni instalados los sucesivos caos del cosmos, ni el cosmos mismo. Diríase que sucediera por delante de la realidad sin alcanzarla.
Un tronante latigazo de luz, aún no cabía nombrar los rayos ni los relámpagos pues no existía la climatología, cobró el ímpetu de los cuerpos incandescentes bajo la extensa noche y áspera oscuridad de la nada. Su amorfismo primigenio se fue mudando en la figura viril más hermosa de los preliminares del tiempo.  Tan violenta era su belleza que los universos, galaxias y planetas tuvieron que posponer su nacimiento por no quedar perennemente obnubilados. La potencia armoniosa que adquirió su carne soberbia no mancilló una pizca la descomunal ternura de sus gestos. Su boca y sus ojos darían lugar a la música. Su carne sirvió a Júpiter para la lluvia de oro que sedujo a Leda, pero eso fue mucho después, si cabe hablar de secuencias temporales. Así irradiante, vagaba en el aire innombrable, y su preciosidad era tan dúctil que se desprendía de sí mismo, licuado, vertiéndose en canales, arroyos y ríos que se expandían sin límites empapando y anegando en mieles y almíbares toda la extensión de la inmortalidad.  Así, derretida su lindeza, habiendo conquistado y ocupado el completo ideal de la perfección y el Arte, se durmió, digamos un tiempo.
Entonces, -el mito es confuso en esto-, la futura Diosa de las palabras innombrada “Verbatia”, compareció en la Historia, desde no se sabe bien dónde, pletórica sobre una cuadriga lujosísima que tiraban dos entes encariñados sin figura reconocible, cuyos nombres eran “Xisca” y “Filipa”. Se detuvo ante el espectáculo de un Océano impetuoso de aguas graves y espléndidas. Y sintiendo en las entrañas una atracción imparable y una sed inefable, como jamás recordara haber notado, desprendiéndose de su atuendo de ensueño, brocado de felicidades y signos de puntuación, Verbatia se zambulló ávida y febril, sin saber lo que hacía porque quedó engendrada en ese preciso trance.
Ningún elevado signo de lo eterno se había deslizado todavía en su conciencia y, llamada a inventar las palabras, comprendió que la delicada criatura de su vientre, a quién llamó “Crissua” por distinguirla, estaba destinada a poner sentido, belleza y significado en el corazón mismo de las palabras y las letras todas, cuando las hubiera. Crissua es el néctar primoroso que cada palabra contiene en la barriga y cada expresión sugiere cuando el lector supera el envoltorio. También es el ultramundo que cada escritor vislumbra y persigue en el más allá de lo que dice. Adviértase la entrelínea perfumada de aroma magistral y la luminosidad encendida que los vocablos revelan. La Humanidad  debe a la linda locura de Verbatia y a la terrible fertilidad de la belleza la dicha y la gracia con que las palabras vienen dotadas. Crissua es el sentido.     

miércoles, 13 de febrero de 2013

Respaldo a Ada Colau.

Convengamos en que una de las peores formas que adopta el crimen es cuando se hace respaldar del ordenamiento jurídico. No cabe ninguna duda de que se va a entender bien si se traen algunos ejemplos. La esclavitud fue un asunto deleznable y repugnante, aun en el tiempo histórico en el que estuvo vigente. El exterminio judío a manos del fascismo alemán contó con todas las bendiciones legales del derecho positivo y sólo pudo condenarse recurriendo al derecho natural (véanse los juicios de Núremberg). Entonces, como ahora, todo comportamiento palmariamente injusto de las leyes en vigor, sobre todo, cuando de esa injusticia se derivan auténticas situaciones de drama humano como en la esclavitud, es un crimen. Y quienes lo sustentan con su posición inmovilista o temerosa son criminales amparados por la legislación vigente. El asunto hipotecario en este país exige implicaciones humanas de la sociedad civil porque, tanto por la letra antediluviana de la propia Ley de principios de siglo, como por las nefastas e interesadas manipulaciones en el sector inmobiliario de los últimos años, el hipotecado es una víctima del sistema urdido entre bancos, especuladores y las instituciones políticas. El tamaño de la injusticia es tan grande y tan alto que ha conseguido poner de acuerdo a jueces, magistrados, alcaldes, policías locales, cerrajeros, secretarios judiciales, prensa nacional e internacional y muchos otros. Ellos se han puesto de acuerdo en manifestarse públicamente contra los desahucios masivos y también contra el concepto de “deuda eterna” de los desahuciados. La legislación comparada tampoco aguanta un debate serio. En “petit comité” hay algunos políticos indignos que se avienen a reconocer las tragedias que se están derivando de una norma obsoleta y violenta, pero su escasa talla humana no les deja hacer pública su opinión. A mi juicio están cometiendo un crimen con la ley en la mano.    


domingo, 27 de enero de 2013

La Urdangarinada o la amputación de un miembro.


Athos, Conde de la Fère, contrae matrimonio con una mujercita, bella como los amores, de quién está locamente enamorado y recibe las ingenuas delicias de su juventud. Un día, mientras paseaban amorosamente, a ella le sobreviene un desvanecimiento y, por accidente deja al descubierto parte de su piel donde hay tatuada una flor de Lis. “¡El ángel era un demonio!”, grita Athos. Inmediatamente procede a su ahorcamiento, sin más notificaciones ni preavisos. Traspasados los muros de la fantasía y adviniéndonos a la realidad del Duque de la cosa erecta, el paralelismo con el episodio que escribe Alejandro Dumas es visible. El Señor de los empalmes ha venido tapando su flor de lis hasta que un desvanecimiento ha dejado al aire sus ejercicios de nobleza. La Casa Real ha reaccionado amputándose un miembro en su página Web, que es como una preterición sin cafeína, pues la página web es secamente un espacio virtual y, mientras tanto, el miembro Real sigue pegado a la carne como la mano al brazo. ¿Será Urdangarín la mano en el conjunto del cuerpo?  Téngase en cuenta sus proezas en el balón-mano. No es baladí la comparación con tal extremidad por más que él se reivindique “en Palma-do” con ese jueguito sutil y brillante de palabras encadenadas que tan hermosamente le retrata. Más bien parece que lo que sí ha venido empalmando es una fechoría con otra y, lo que es aún más claro: los balones le han llegado a la mano porque en el equipo todos deseaban pasarle la pelota. Su posición en la cancha era más adelantada para el gol. Ahora que podríamos decir que se ha “caído con todo el equipo” tendremos que mordernos la expresión y quedarnos en eso de que el “ángel era un demonio”.   Y asistimos y asistiremos al espectáculo grotesco de un sinfín de notificaciones y preavisos, mientras el equipo seguirá entrenando. Aquí hay más flores de lis de las que por accidente se han mostrado, no percibís el perfume en el viento?

martes, 22 de enero de 2013

El prostíbulo de los partidos.


En el fondo un romanticismo tardío les alianza el alma con su casa-madre. Lo que aprendieron de la “matria” no se lo arrebata la “patria” y, sobre todo, sus dientes antes que sus parientes. Les salva el cinismo como único resorte de una inteligencia opaca; ni siquiera les alcanza la reputación del secreto, y en estos momentos el beneficio de la duda está invertido en favor de la acusación. Responder siempre lo mismo ante cualquier pregunta, sea la que sea, ya no es un ejercicio de retórica parda, ni tampoco un insulto, es una violenta agresión a la dignidad colectiva, una guerra que trata de aniquilar lo que queda de sociedad superviviente y, esa cantinela no debe servirles ya ni para ganar tiempo, ni al pueblo para adormecerse.
Al “sufrido”, es decir, al pueblo, los finales sibilantes de D. Mariano les resultan ventosidades, y los redobles de cabeceo de D. Alfredo, como para tomar la Bastilla, provocan arcadas y risotadas en el palco, por favor repartan bolsas (no cabe incertidumbre; son “el hombre desdoblado” de Saramago). Si se pudiera decir que provienen de alguna sabiduría, del Brahmanismo o del Vedanta, por ejemplo, pero vienen del partido (la “matria”) como otros provienen de los escolapios, donde tiene lugar el éxtasis de la sociedad cerrada y un aire denso les aclimata el ambiente en las clases de podredumbre. Son clases intercambiables y homologables, sombrías y oscuras con créditos validables para todas las catapultas.

Ya no es tiempo de decir que no todos los políticos son iguales, eso hay que probarlo. El delincuente está arropado por el encubridor, el sátrapa está apoyado en el pusilánime, el mediocre descansa sobre el cobarde, el tonto se elige en el Congreso como mal menor, el estúpido llega a la cima porque todos temen su estupidez, el ladrón compra voluntades con el dinero de sus robos, los bobos se adoctrinan para que crean que esto es así. Lo que antes fuera la “razón de estado” hoy es la “razón de partido” y cada caso es un Dreyfus condenado a sabiendas de su inocencia. La alta política y la “realpolitik” es “la conjura de los necios” acallando la estridencia y sazonando el hedor con auditorías peregrinas y comparecencias de primaria. En las aulas de los partidos solo se aprende eso.
El buen político, hombre de conciencia intelectual con aspiraciones a mejorar la sociedad de todos, comprometido humanamente con una idea de justicia, de igualdad, de libertad y de sociedad, valiente para desentrañar los defectos de la convivencia y con capacidad para proponer la transformación de la vida en común, con talla humana y/o nivel intelectual, independiente para denunciar, señalar y castigar rápidamente las corruptelas de sus propios,  nos ha sido arrebatado por esta panda de putas de carretera. No todos son iguales, claro está, pero aquellos que se corresponden con el ideal de nobleza de la política no quieren entrar en el prostíbulo y la indolencia de unos ciudadanos aletargados no ha comenzado todavía a barrer el local. Vaya plan.

Tres maestros (Balzac, Dickens, Dostoievski) Stefan Zweig


Unos acercan la vista a la materia para desentrañar las vísceras de lo visible y otros, como Stefan Zweig, ajustan la mirada hasta el punto invisible del espacio para descubrir la existencia de las otras materias. Naturalmente que la altura de la cima desde donde mirar ensancha el paisaje y lo extiende y, así mismo, toda altura es una profundidad en el espacio hacia arriba. Tan partícula es el átomo como una estrella en el firmamento en comparación con la infinitud de lo que le rodea. Toma distancia del personaje sólo para cerciorarse de que se trata del elegido y, una vez enfocado, se zambulle en las galerías más hondas de la obra para entresacar las virutas de alma que cada personaje o que cada descripción lleva esparcida del propio autor. Con ellas, las virutas, emplasta una nueva masa donde modelar, según su particular visión, la figura del hombre que va a biografiar. Diríamos que no estudia la obra a partir del escritor, sino al revés. Parece que con esa manera de contar  los acontecimientos que van sucediendo en la obra y en los personajes, no cupiera más que una vida como la que el autor ha llevado. La extremidad de las pasiones enfrentadas simultáneamente, caso de Dostoievski, se convierten en la clave que explica su paso por prisión y por Siberia, o bien la continua penuria de su existencia. Como una especie de puzle a la inversa, Zweig, va encajando las piezas dentro de la caja que envuelve el juego, luego de haberlas separado de su lugar en el mapa que dibuja (a veces resulta mucho más difícil reubicar las piezas de un puzle en su lugar desordenado que colocarlas en su sitio, donde las figuras y contrafiguras dan pistas) La interpretación vertida en sus biografías va más allá de la descripción y la explicación y más bien parece un actor que un biógrafo, no de otra manera puede entenderse que el modo de escribir sobre cada cual se parezca al modo en el que escriben ellos. Cuando habla de Dickens, por ejemplo, cuenta: “había vivido en Hungerford Stairs en una buhardilla sucia y oscura, troquelando pastillas de betún en cazuelas y envolviendo con hilos miles y miles de ellas al día, hasta que sus manos de niño le escocían y lágrimas de humillación le saltaban de los ojos”. Aquí Zweig se ha convertido en Dickens y ha copiado su estilo, está interpretando el papel como un actor en escena frente a un público que, atónito, asiste a ver en esa figura al propio autor. Cuando escribe sobre Dostoievski su pluma se atormenta y se desmesura, subiendo y bajando por las escaleras de las emociones, crepitando o presagiando en una grisácea calma rusa. De hecho se extiende más que con los otros porque está recreando la misma circunstancia de embalaje que cuenta sobre las obras de Dostoievski. De él puede decirse con exactitud lo mismo que se dijo de su autor; su obra transcurre dentro de sí y no fuera. Adopta su temperamento, lo incorpora para sí y, con él aprendido, se sienta frente al papel a hablar sobre sí mismo y le sale Dostoievski en cada renglón, por lo tanto su esfuerzo hercúleo no está en escribir, sino en representar. El genio de Zweig es ese, tragarse el personaje y vomitarlo en forma de tinta sobre el papel. Su principal virtud, la de situar al lector frente a una nueva obra del personaje muerto como si estuviera aún vivo, no desluce las otras capacidades de Zweig, pero las solapan. Por ejemplo, cuando distingue al hombre ruso del hombre europeo (págs. 139 a 142) su enfoque es originalísimo y certero y, sin embargo, suena a Ortega por todos lados. Ese sacar de cada hombre el paisaje y el paisanaje poniéndolo como el océano en el que navegará su carácter es casi orteguiano por dos razones: primera porque es un ángulo psico-social del  hombre en el que las circunstancia se inocula como factor constructivo y, en segundo lugar, porque la prosa es elegante, limpia y clara como la de D. José.  Desde luego estamos ante un genio.

 

No cumplo el deber del silencio


No cumplo el deber

sencillo del silencio

cometo el alarido infantil

de los perdidos

y además es de noche

como después de la tarde

sucedió en el alma.

 

No todo es oscuro.

Sobre la cima de la esperanza

El rayo de tu luz alcanza

A resplandecer la orilla,

La música y la danza.

 

Hace obsidianas el volcán

Y las acacias el tiempo,

Pero, mira:

Hace amor en el aire,

Como rabia en el suelo.