Lo que probablemente corresponde escribir bajo estas líneas es
un párrafo de largo silencio. La muerte de Mandela viene a desalojar las
conciencias de los hombres de esos descabalados ruidos del odio. Al sobrevenir
un vacío de maldades aparece el silencio de los aprendices, que ya es un primer
gran paso. Madiba ha sabido “metaescribir” su legado prescindiendo de las
palabras y ha colocado sobre el tapete del planeta un par de enseñanzas indiscutibles:
la voluntad y los actos. Es un novísimo “mutus liber” donde beber la alquimia
para convertir el plomo en oro y los deseos en realidades. Ahora “el gran
hombre negro” va y se muere, que era lo único que le quedaba por hacer para
estar más vivo. Siempre fue un hombre brillante (bastaría decir que fue un
hombre) y en esa tarea de hacerse más presente en el horroroso mundo de hoy,
cuando más se necesita, va a conseguir, con su fallecimiento, una eficiencia espectacular.
Con el simple gesto de dejar de respirar va a desvestir, con un solo golpe de
mano, a las hordas políticas del planeta (García Montero titula su artículo: “hipócritas
del mundo: reuníos”). Si no fuera por las consecuencias fatales que acarrea la
indigencia moral de los gobernantes, la cosa tendría su gracia. Véase cómo
casar, pongo un ejemplo mínimo, la reivindicación de la herencia de Mandela con
las “concertinas”. Lo que tiene gracia es la contundencia con la que Madiba, al
morirse, les ha llamado imbéciles, a sabiendas de que el tonto siempre acude
cuando lo llaman por su nombre. Allí estarán todos, desnudos y expuestos, como hermanos del espíritu libre sin
conciencia del pecado, al pairo de quienes sentimos la indignación y la vergüenza
de contemplar que siempre les toca a los mismos pedir perdón.
martes, 10 de diciembre de 2013
En este momento, Mandela, "el gran hombre negro".
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Aire nuevo.
Como el musgo frío en las rocas sombrías,
brotan las juventudes vencidas
sobre el lienzo de bocací, que son mis manos.
Allí se extienden,
oleaginosas,
las claridades postergadas de actos lejanos,
donde jamás estuvimos,
donde nunca nos hospedaron.
Hoy sangran dulcemente,
como ciruelas maduras,
o como el resplandor del vino,
en la boca de la lujuria.
Mis juventudes perdidas
callan a voces un aleluya.
Aquí en la cima del tiempo,
donde la sombra comienza a descender las horas,
bosteza tan distante la distancia,
está tan lejos lo lejos,
que apenas un rumor alcanza a descubrir,
que hay aire
y que el aire es nuevo.
domingo, 27 de octubre de 2013
A la sombra de las muchachas en flor. Marcel Proust.
Probablemente
la lectura de la obra de Proust se haga siempre al abrigo de una sombra. Propio
de su estilo literario es el tamiz difuso que elabora con su escritura
alambicada y preciosista. Por eso, en su segundo tomo de “en busca del tiempo
perdido”, “a la sombra de las muchachas en flor”, la expresividad del título dé
medida del tempo y la recreación de una vida que, lejos de haberse detenido en
el pasado, reconstruye una y otra vez un crisol de infinitas notas del
presente. Una inclinación aristocrática y un gusto por el refinamiento social
no impiden a Proust manejar hábilmente la avalancha de sentimientos alrededor
de sus primeros conatos de amor. A pesar de los oropeles y poses del mundo snob
en el que se desenvuelven sus recuerdos, el autor queda instalado en la
intrahistoria de las motivaciones que el alma de las personas que le tratan
poseen. Un delicado amaneramiento del lenguaje es premonitorio de su tendencia
a deleitarse en la jurisdicción de lo femenino. Delicadeza que suavemente hace
contrastar con un desdén hacia lo masculino. Tal vez en eso, su propia
biografía haya acuñado su personalidad literaria. Las muchachas en flor objeto
de sus voluptuosidades adolescentes son un festín de elegancia en las
remembranzas de Proust. Una enorme panoplia de matices minúsculos en la prosa
descriptiva de sus reacciones amorosas, relajan el discurso vitalista y lo
dotan de una musicalidad parsimoniosa y dulce. En esta obra, de trazos
musicales, se va dejando en secreto íntimo del lector las partes de una
añoranza propia, y rítmicamente se van engarzando los fundamentos sensibles de
toda memoria personal. A la sombra, pues, de la realidad que le enfrenta y le
refleja, Proust, construye su interpretación interior dotando de vida subjetiva
cuánto transcurre a la luz. Su retraimiento no es sombrío al modo de oscuridad
o tibieza, sino que es resguardo de íntimo fulgor de juventud. Así el estilo
cultivado de observación y la pulcra elaboración sobre las anécdotas de su vida,
dibujan un cuadro interior de factura bellísima y atraen amablemente la mirada
inquieta de quienes buscan en el fondo de la novela un resorte mnemotécnico de
sus nostalgias. La dimensión histórica de la obra se apoya en el torrente caudaloso
de datos de la época, concerniente al status social del autor; pero más que el
retrato de unas condiciones de vida, se plasma prodigiosamente, el colorido de
la pátina que impregna la mentalidad en los hombres y mujeres que van
desenvolviéndose en la memoria de Proust. Además de los usos y costumbres
reflejados, la obra posee el valor de describir las razones que fundamentan
esos comportamientos y quedan exhibidos los esqueletos morales que dan cuerpo a
una sociedad francesa totalmente expuesta.
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jueves, 30 de mayo de 2013
La eternidad a partir de Rimbaud.
Hay un poema
de Rimbaud que me llama poderosamente la atención que dice: “¡La
hemos vuelto a hallar! ¿Qué? La eternidad. Es la mar mezclada con el Sol”.
Los humanos somos engendros rarísimos que, además de inventar la eternidad,
inventamos la poesía para hallárnosla a la vuelta de la esquina, ya sea con
mezclas de sol y de mar, ya sea con mezclas de nanas y cebollas. La verdad es
que el verso sobrecoge porque dibuja una aspiración tan común como evanescente.
Sé lo que es el tiempo; pero cuando me lo preguntan ya no lo sé, decía San
Agustín. Es de una estupidez tan bella que da risa, aunque se trate de la risa
helada que cristaliza en ráfagas de
lucidez. Este verso no solo se las trae, sino que se las lleva. Su fingida sencillez
esboza la sabiduría punzante de la noción
esotérica revelada; el hallazgo y la eternidad. Son concepciones de amplio espectro,
inherentes a un tipo de perspectiva alejada de la lógica racional, valga el
maridaje lingüístico. El relumbrón de la sabiduría que exhibe lo es por la
deliciosa lógica irracional, solo al alcance de la dulce locura de los poetas o
los tristes. Y, sin embargo, de una lógica tan humana como el sentimiento de
inmortalidad. Ahí radica la segunda potencia del verso: su fuerza. La eternidad contiene toda la fuerza del tiempo y además
todo el tiempo. El hallazgo es un encuentro con el “Todo”. La fuerza está en
que se produce una disolución del yo en una eternidad resplandeciente
representada por la mar mezclada con el Sol. Es el sentimiento trágico de la
vida que tan magistralmente describiera Unamuno. Muestra la aspiración humana tendiendo a la disolución
con el cosmos y la trascendencia, impulsada por un deseo angustiado de
persistir eternamente; pero que no encuentra asideros racionales para
sustentarse y sucumbe a las alas de la voz poética. Busca la religiosidad del anhelo de
perpetuidad y la encuentra en la tercera potencia del verso: la belleza. Porque, al margen de lo que
sea en realidad la belleza, nadie elude esa cualidad en un mar mezclado con el
sol. La simple contemplación imaginaria de una geografía que enseñe el paisaje
de un mar inmenso mezclado con un sol
inmenso, apacigua el alma, que es una de las misiones, si no la única, de la
belleza. Y el poema de Rimbaud posee esa virtud de serenar no sin desasosegar
antes, alzándose sobre las tres columnas que lo elevan: la sabiduría con que se
construye, la fuerza con la que se sostiene y la belleza con que se adorna.
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miércoles, 29 de mayo de 2013
Investigadores vejados.
El desprecio
que el estado español está ejerciendo sobre las ciencias y sobre la
investigación ha alcanzado el grado de vejación. El salto cualitativo tiene
lugar cuando la humillación presupuestaria se consuma contra los discursos
políticos. El gobierno no escatima elogios ni bendiciones a la investigación y
a la ciencia. Esta práctica también le pertenece a la oposición, que no es más
que el mismo gobierno sentado en otra bancada, dicho sea con el ánimo de hacer
constar que nos hemos dado cuenta. No hay discurso (por llamarlo de alguna
manera) que no resalte los valores inherentes del fomento de la investigación.
Unos y otros convienen en el potencial desarrollo que generaría una política
adecuada, pero olvidan que las concepciones metafísicas de la sociedad se
concretan en la cifra presupuestaria que se coloca en una casilla. Habiendo
escogido sibilinamente estos olvidos, no olvidan, en cambio, recurrir una y
otra vez al mantra de los tiempos: I+D+i. El acuse de la vejación se produce
cuando se asiste a una urdimbre argumentativa verdaderamente bien fundamentada.
Ninguna institución del estado esconde su admiración de la excelencia alcanzada
por nuestros investigadores, sencillamente porque lo contrario no estaría en el
ámbito de lo políticamente correcto. Ninguna institución se opone a considerar
que la mayoría de los avances científicos comportan uno a uno mayor transformación
social que bibliotecas enteras de legislación. La excelente reputación que un
científico posee para los ciudadanos de nuestro país, mucho nos tememos, está
siendo usada por los aparatos del estado para cubrirse de gloria –los hay que
se pasean por los centros para darse un baño de batas blancas-. La vejación,
insisto, consiste precisamente en esa puesta en escena cínica que exalta un
valor aniquilándolo después en los presupuestos. La comunidad científica no es
estúpida, precisamente son los primeros de la clase, y su fortaleza intelectual
que les da para darse cuenta de esta tropelía, también les da para aplicarse
arduamente en sus menesteres sin muchas distracciones. Da la impresión de que
se conforman, pero quiero pensar que en algún laboratorio hay algún becario o
contratado en precario que está a punto de descubrir o inventar alguna fórmula
magistral, para que los cínicos se vayan a la mierda sin necesidad de que se
les mande, por una cuestión de educación, claro.
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martes, 28 de mayo de 2013
Los pastilleros de la Junta de Andalucía.
Sorprendentemente a estas alturas del siglo XXI todas las
revoluciones están pendientes. Debo hacer la confesión solemne de que ignoro
por qué revolución empezar. Las hay de todos los gustos y colores, las de corte
cultural, espiritual, económico o sexual, por ejemplo. Hasta hace unos días
acometer la revolución sexual constituía la prioridad, pues se descarga a la
vez conciencia y próstata; sin embargo, visto el regalo en el que la Junta de
Andalucía gasta el dinerito, la prioridad sería descargar la mente de todos los
delitos que la habitan. Y es que todo lo que se me ocurre es delito.
El
comportamiento humano posee ese raro resorte que acaba saltando antes por un “recochineo”
que por una tragedia. Es decir; entre que sea explicable que la población
muestre signos de angustia y que en La Consejería de Empleo te regalen un
pastillero va un trecho peligrosísimo. Salvadas las sospechas que devienen por
un regalo de ese cariz, -no se me ocurre nada bueno que recomiende ese obsequio-
hay que preguntarse si las instituciones poseen cada una de ellas su respectiva
“puta madre” donde depositar las porquerías que van echando sobre la población.
En este momento en que más importante que llegar a la luna es llegar a fin de
mes, a ustedes, con su buen gusto, no se les ocurre otra cosa que regalar donde
meter las pastillas con la saña de grabar en piel “Consejería de Empleo”.
Se
me ocurre que, tal vez, algún retorcido haya querido experimentar eso de
facilitar la solución creando el problema, como cuando de la mano de las
respuestas se suscitan las preguntas. Se regala el pastillero donde se guardarán
los ansiolíticos o antidepresivos que se necesitarán para contrarrestar la
ansiedad o la depresión que el propio pastillero ocasiona. Es un bucle de arte
porque estamos en Andalucía y andarán pensando que todo lo más saldrán
comparsas o chirigotas o quizás un “cante jondo” para poder quejarse a gusto. En
cambio, la realidad es otra bien distinta. Por lo que yo puedo intuir y por los
signos que ese “foquismo guevariano” va desentrañando a golpe de pastillero
sembrado sobre la fértil cabeza de la pobreza humana, las gentes han dado un
paso de gigante que consiste en pasar de la indignación al “algo hay que hacer”
y la Junta regalando pastilleros precipitándolo todo: qué arte!
miércoles, 24 de abril de 2013
Hay tantos hombre en mí...
Hay tantos hombres en mí
cansados sobre las cosas…
¡Qué extraños corazones
habitan las sombras!
¡Qué rara avidez,
por nacer de las rocas!
En el aire no están
ni las voces ni sus bocas.
¡Qué raros hombres
suceden mis horas!
Qué raros hombres
cansados sobre las cosas…
lunes, 25 de febrero de 2013
Corbatas de hoy.
De la corbata se ha dicho que es la última coquetería del hombre,
el último feudo de amaneramiento permisible. El dichoso trapito cuenta con las
certificaciones de un fundamento histórico suficiente, no se hace necesaria la
referencia. Ha sido y es un signo de elegancia tan decorativo como práctico. Engola
el buche seductor del pajarraco al tiempo que le abriga la garganta y le chorrea
graciosamente la pechera salpicándolo de coloridos imposibles. Para el buen uso
de la corbata es imprescindible saber mover la cabeza y para saber mover la
cabeza es condición tenerla. De otro modo, la corbata es afectación en lugar de
elegancia. La sabiduría popular es muy precisa en esto y sabe distinguir a
golpe de vista una corbata de otra como a un ahorcado de otro. Llevar un nudo
en la garganta puede ser tan garboso como patético; hay que estar dotado de
aquel sentido antiguo, tan defenestrado hoy, que es el “buen gusto” para dar
con el pescuezo adecuado y la ocasión propicia. Dentro del ámbito laboral hay
quienes pasean el cargo al cuello porque no conocen otro método de exhibición
de mérito ni divisa de jerarquía que la que va por fuera, y se apresuran a la
atadura en cuanto reciben el nombramiento.
Este tipo de hombrecillos en cuanto se anudan la corbata empiezan a
mirar por encima de las gafas, aunque no usen, y confunden el trapo con unas
alzas en los zapatos. Es importante el tamaño de la lengua como extensión de la
burla y el modelo de anudado, que siempre es corredizo como en la soga del
ahorcado. Hay personajes con corbata y corbatas con personaje, se ve muy bien
quién lleva a quién. La manera más natural de ejercer la prenda tiene que ver con
la invisibilidad y el mimetismo, con ir diluyéndose graciosamente en el
conjunto personal e incluyendo en la composición los adornos de la
personalidad. Si no es así, como un “sfumato” pictórico, el personaje comete un
“corbatismo” con ensañamiento, que lejos de herir da una risa tan floja como el
nudo que no aprieta. Ahora, que el hombre y el oso van dejando de ser hermosos
por feos, no se me antoja la corbata como la última coquetería, sino como el
trazo definido de un polígrafo pintado en el pecho que dice exactamente la
verdad de quién es quién o, al menos, hace
un señalamiento muy interesante siguiendo el hilo de lo que apunta.
Actualidad desde la gripe.
Bastan poquísimas horas de enfermedad y reclusión para que lo
que vienen a llamar “actualidad” suceda de corrido en los aledaños del propio
saloncito y no te quede otra que ponerte al día de paracetamol y seriales de la
tristísima realidad. Es indiferente que hayas seguido o no “la cosa” de los
desmanes televisivos y sus mil variantes discursivas, porque en menos que te
suenas los mocos te enteras de todo al detalle. Parece que no viene nada mal
que, de vez en cuando, la gripe se apodere de uno y lo aprese frente a la
prosaica y pedestre naturaleza del “sinvivir” rutinario. Han estado muy
graciosos Los Goya y sus cuchufletas, pero lo verdaderamente de troncharse han
sido las reacciones políticas de nuestros? representantes, dejando un nivel de
parvulario suspendido en el aire tan simplón como triste. Bárcenas se ha
llevado la palma de oro en los premios que otorgamos los griposos, tras pasear
la alfombra donde descalzarnos las babuchas de pueblo raso y con sentido común.
Aún no sé qué ha dicho ante un notario que no deba decir ante un juez o ante el
partido o ante el país entero. Los desahucios han vuelto a la palestra también,
sobre todo con perseverancia y un alentador “in crescendo” que llevan sangre
tan exclamativa como una bala -las balas han sido siempre exclamativas como las
pistolas interrogativas-. En el trasiego que va del sopor dulce hasta la náusea
quise oír que un Papa había dimitido, lo que no me parece importante a no ser
que se use el suceso para decorar una novela pornográfica donde los oropeles,
la curia y el fetichismo juegan un papel importante, amén de las concepciones
morales de los actuantes. Aquí lo que llama la atención del moribundo griposo
es que todavía se sorprendan algunos del ruido de sables que trasciende de la
Capilla Sixtina, pero también hay que congratularse de que a la mayoría le
importe un pimiento todo eso del Vaticano y el periodo de cuaresma bicefálica
que se abre. Nadie se alarme, pero en vez de un Papa habrá dos. “El estado está
en descomposición” dice el ex presidente autonómico Revilla y, claro eso es
nombrar la soga en casa del ahorcado, porque la gripe viene descomponiendo todo
muy a lo Urdangarín y Doña Infanta con la Monarquía y no está el cuerpo para
esos gases. El método tres, que sugiere otros dos métodos más como mínimo,
solapa el catalanismo en un salto de fin de semana y el debate sobre el Estado
de la Nación ha quedado tan arcaico como este artículo pasada la gripe.
jueves, 14 de febrero de 2013
El Mito de Crissua.
Fue anterior a los amaneceres y al significado de las letras.
Tan anterior al principio del Tiempo que no habían sido fundados aún los
espacios infinitos, ni instalados los sucesivos caos del cosmos, ni el cosmos
mismo. Diríase que sucediera por delante de la realidad sin alcanzarla.
Un tronante latigazo de luz, aún no cabía nombrar los rayos ni
los relámpagos pues no existía la climatología, cobró el ímpetu de los cuerpos
incandescentes bajo la extensa noche y áspera oscuridad de la nada. Su
amorfismo primigenio se fue mudando en la figura viril más hermosa de los
preliminares del tiempo. Tan violenta
era su belleza que los universos, galaxias y planetas tuvieron que posponer su
nacimiento por no quedar perennemente obnubilados. La potencia armoniosa que
adquirió su carne soberbia no mancilló una pizca la descomunal ternura de sus
gestos. Su boca y sus ojos darían lugar a la música. Su carne sirvió a Júpiter
para la lluvia de oro que sedujo a Leda, pero eso fue mucho después, si cabe
hablar de secuencias temporales. Así irradiante, vagaba en el aire innombrable,
y su preciosidad era tan dúctil que se desprendía de sí mismo, licuado,
vertiéndose en canales, arroyos y ríos que se expandían sin límites empapando y
anegando en mieles y almíbares toda la extensión de la inmortalidad. Así, derretida su lindeza, habiendo
conquistado y ocupado el completo ideal de la perfección y el Arte, se durmió,
digamos un tiempo.
Entonces, -el mito es confuso en esto-, la futura Diosa de las
palabras innombrada “Verbatia”, compareció en la Historia, desde no se sabe
bien dónde, pletórica sobre una cuadriga lujosísima que tiraban dos entes
encariñados sin figura reconocible, cuyos nombres eran “Xisca” y “Filipa”. Se
detuvo ante el espectáculo de un Océano impetuoso de aguas graves y
espléndidas. Y sintiendo en las entrañas una atracción imparable y una sed
inefable, como jamás recordara haber notado, desprendiéndose de su atuendo de
ensueño, brocado de felicidades y signos de puntuación, Verbatia se zambulló
ávida y febril, sin saber lo que hacía porque quedó engendrada en ese preciso
trance.
Ningún elevado signo de lo eterno se había deslizado todavía
en su conciencia y, llamada a inventar las palabras, comprendió que la delicada
criatura de su vientre, a quién llamó “Crissua” por distinguirla, estaba
destinada a poner sentido, belleza y significado en el corazón mismo de las
palabras y las letras todas, cuando las hubiera. Crissua es el néctar primoroso
que cada palabra contiene en la barriga y cada expresión sugiere cuando el
lector supera el envoltorio. También es el ultramundo que cada escritor
vislumbra y persigue en el más allá de lo que dice. Adviértase la entrelínea
perfumada de aroma magistral y la luminosidad encendida que los vocablos
revelan. La Humanidad debe a la linda
locura de Verbatia y a la terrible fertilidad de la belleza la dicha y la
gracia con que las palabras vienen dotadas. Crissua es el sentido.
miércoles, 13 de febrero de 2013
Respaldo a Ada Colau.
Convengamos en que una de las peores formas que adopta el
crimen es cuando se hace respaldar del ordenamiento jurídico. No cabe ninguna
duda de que se va a entender bien si se traen algunos ejemplos. La esclavitud
fue un asunto deleznable y repugnante, aun en el tiempo histórico en el que
estuvo vigente. El exterminio judío a manos del fascismo alemán contó con todas
las bendiciones legales del derecho positivo y sólo pudo condenarse recurriendo
al derecho natural (véanse los juicios de Núremberg). Entonces, como ahora,
todo comportamiento palmariamente injusto de las leyes en vigor, sobre todo,
cuando de esa injusticia se derivan auténticas situaciones de drama humano como
en la esclavitud, es un crimen. Y quienes lo sustentan con su posición
inmovilista o temerosa son criminales amparados por la legislación vigente. El
asunto hipotecario en este país exige implicaciones humanas de la sociedad
civil porque, tanto por la letra antediluviana de la propia Ley de principios de
siglo, como por las nefastas e interesadas manipulaciones en el sector
inmobiliario de los últimos años, el hipotecado es una víctima del sistema
urdido entre bancos, especuladores y las instituciones políticas. El tamaño de
la injusticia es tan grande y tan alto que ha conseguido poner de acuerdo a
jueces, magistrados, alcaldes, policías locales, cerrajeros, secretarios
judiciales, prensa nacional e internacional y muchos otros. Ellos se han puesto
de acuerdo en manifestarse públicamente contra los desahucios masivos y también
contra el concepto de “deuda eterna” de los desahuciados. La legislación
comparada tampoco aguanta un debate serio. En “petit comité” hay algunos
políticos indignos que se avienen a reconocer las tragedias que se están
derivando de una norma obsoleta y violenta, pero su escasa talla humana no les
deja hacer pública su opinión. A mi juicio están cometiendo un crimen con la
ley en la mano.
domingo, 27 de enero de 2013
La Urdangarinada o la amputación de un miembro.
Athos, Conde de la Fère, contrae matrimonio con una mujercita,
bella como los amores, de quién está locamente enamorado y recibe las ingenuas
delicias de su juventud. Un día, mientras paseaban amorosamente, a ella le
sobreviene un desvanecimiento y, por accidente deja al descubierto parte de su
piel donde hay tatuada una flor de Lis. “¡El ángel era un demonio!”, grita
Athos. Inmediatamente procede a su ahorcamiento, sin más notificaciones ni
preavisos. Traspasados los muros de la fantasía y adviniéndonos a la realidad
del Duque de la cosa erecta, el paralelismo con el episodio que escribe
Alejandro Dumas es visible. El Señor de los empalmes ha venido tapando su flor
de lis hasta que un desvanecimiento ha dejado al aire sus ejercicios de
nobleza. La Casa Real ha reaccionado amputándose un miembro en su página Web,
que es como una preterición sin cafeína, pues la página web es secamente un
espacio virtual y, mientras tanto, el miembro Real sigue pegado a la carne como
la mano al brazo. ¿Será Urdangarín la mano en el conjunto del cuerpo? Téngase en cuenta sus proezas en el
balón-mano. No es baladí la comparación con tal extremidad por más que él se
reivindique “en Palma-do” con ese jueguito sutil y brillante de palabras
encadenadas que tan hermosamente le retrata. Más bien parece que lo que sí ha
venido empalmando es una fechoría con otra y, lo que es aún más claro: los
balones le han llegado a la mano porque en el equipo todos deseaban pasarle la
pelota. Su posición en la cancha era más adelantada para el gol. Ahora que
podríamos decir que se ha “caído con todo el equipo” tendremos que mordernos la
expresión y quedarnos en eso de que el “ángel era un demonio”. Y
asistimos y asistiremos al espectáculo grotesco de un sinfín de notificaciones
y preavisos, mientras el equipo seguirá entrenando. Aquí hay más flores de lis
de las que por accidente se han mostrado, no percibís el perfume en el viento?
martes, 22 de enero de 2013
El prostíbulo de los partidos.
En el fondo un romanticismo tardío les alianza el alma con su
casa-madre. Lo que aprendieron de la “matria” no se lo arrebata la “patria” y,
sobre todo, sus dientes antes que sus parientes. Les salva el cinismo como
único resorte de una inteligencia opaca; ni siquiera les alcanza la reputación
del secreto, y en estos momentos el beneficio de la duda está invertido en
favor de la acusación. Responder siempre lo mismo ante cualquier pregunta, sea
la que sea, ya no es un ejercicio de retórica parda, ni tampoco un insulto, es
una violenta agresión a la dignidad colectiva, una guerra que trata de
aniquilar lo que queda de sociedad superviviente y, esa cantinela no debe
servirles ya ni para ganar tiempo, ni al pueblo para adormecerse.
Al “sufrido”, es decir, al pueblo, los finales sibilantes de
D. Mariano les resultan ventosidades, y los redobles de cabeceo de D. Alfredo,
como para tomar la Bastilla, provocan arcadas y risotadas en el palco, por
favor repartan bolsas (no cabe incertidumbre; son “el hombre desdoblado” de
Saramago). Si se pudiera decir que provienen de alguna sabiduría, del
Brahmanismo o del Vedanta, por ejemplo, pero vienen del partido (la “matria”)
como otros provienen de los escolapios, donde tiene lugar el éxtasis de la
sociedad cerrada y un aire denso les aclimata el ambiente en las clases de
podredumbre. Son clases intercambiables y homologables, sombrías y oscuras con
créditos validables para todas las catapultas.
Ya no es tiempo de decir que no todos los políticos son
iguales, eso hay que probarlo. El delincuente está arropado por el encubridor,
el sátrapa está apoyado en el pusilánime, el mediocre descansa sobre el
cobarde, el tonto se elige en el Congreso como mal menor, el estúpido llega a
la cima porque todos temen su estupidez, el ladrón compra voluntades con el
dinero de sus robos, los bobos se adoctrinan para que crean que esto es así. Lo
que antes fuera la “razón de estado” hoy es la “razón de partido” y cada caso
es un Dreyfus condenado a sabiendas de su inocencia. La alta política y la
“realpolitik” es “la conjura de los necios” acallando la estridencia y
sazonando el hedor con auditorías peregrinas y comparecencias de primaria. En
las aulas de los partidos solo se aprende eso.
El buen político, hombre de conciencia intelectual con
aspiraciones a mejorar la sociedad de todos, comprometido humanamente con una
idea de justicia, de igualdad, de libertad y de sociedad, valiente para
desentrañar los defectos de la convivencia y con capacidad para proponer la
transformación de la vida en común, con talla humana y/o nivel intelectual,
independiente para denunciar, señalar y castigar rápidamente las corruptelas de
sus propios, nos ha sido arrebatado por
esta panda de putas de carretera. No todos son iguales, claro está, pero
aquellos que se corresponden con el ideal de nobleza de la política no quieren
entrar en el prostíbulo y la indolencia de unos ciudadanos aletargados no ha
comenzado todavía a barrer el local. Vaya plan.
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Tres maestros (Balzac, Dickens, Dostoievski) Stefan Zweig
Unos acercan la vista a la materia para desentrañar las
vísceras de lo visible y otros, como Stefan Zweig, ajustan la mirada hasta el
punto invisible del espacio para descubrir la existencia de las otras materias.
Naturalmente que la altura de la cima desde donde mirar ensancha el paisaje y
lo extiende y, así mismo, toda altura es una profundidad en el espacio hacia
arriba. Tan partícula es el átomo como una estrella en el firmamento en
comparación con la infinitud de lo que le rodea. Toma distancia del personaje
sólo para cerciorarse de que se trata del elegido y, una vez enfocado, se
zambulle en las galerías más hondas de la obra para entresacar las virutas de
alma que cada personaje o que cada descripción lleva esparcida del propio
autor. Con ellas, las virutas, emplasta una nueva masa donde modelar, según su
particular visión, la figura del hombre que va a biografiar. Diríamos que no
estudia la obra a partir del escritor, sino al revés. Parece que con esa manera
de contar los acontecimientos que van sucediendo
en la obra y en los personajes, no cupiera más que una vida como la que el
autor ha llevado. La extremidad de las pasiones enfrentadas simultáneamente,
caso de Dostoievski, se convierten en la clave que explica su paso por prisión
y por Siberia, o bien la continua penuria de su existencia. Como una especie de
puzle a la inversa, Zweig, va encajando las piezas dentro de la caja que
envuelve el juego, luego de haberlas separado de su lugar en el mapa que dibuja
(a veces resulta mucho más difícil reubicar las piezas de un puzle en su lugar
desordenado que colocarlas en su sitio, donde las figuras y contrafiguras dan
pistas) La interpretación vertida en sus biografías va más allá de la
descripción y la explicación y más bien parece un actor que un biógrafo, no de
otra manera puede entenderse que el modo de escribir sobre cada cual se parezca
al modo en el que escriben ellos. Cuando habla de Dickens, por ejemplo, cuenta:
“había
vivido en Hungerford Stairs en una buhardilla sucia y oscura, troquelando pastillas
de betún en cazuelas y envolviendo con hilos miles y miles de ellas al día,
hasta que sus manos de niño le escocían y lágrimas de humillación le saltaban
de los ojos”. Aquí Zweig se ha convertido en Dickens y ha copiado su
estilo, está interpretando el papel como un actor en escena frente a un público
que, atónito, asiste a ver en esa figura al propio autor. Cuando escribe sobre
Dostoievski su pluma se atormenta y se desmesura, subiendo y bajando por las
escaleras de las emociones, crepitando o presagiando en una grisácea calma
rusa. De hecho se extiende más que con los otros porque está recreando la misma
circunstancia de embalaje que cuenta sobre las obras de Dostoievski. De él
puede decirse con exactitud lo mismo que se dijo de su autor; su obra transcurre
dentro de sí y no fuera. Adopta su temperamento, lo incorpora para sí y, con él
aprendido, se sienta frente al papel a hablar sobre sí mismo y le sale
Dostoievski en cada renglón, por lo tanto su esfuerzo hercúleo no está en
escribir, sino en representar. El genio de Zweig es ese, tragarse el personaje
y vomitarlo en forma de tinta sobre el papel. Su principal virtud, la de situar
al lector frente a una nueva obra del personaje muerto como si estuviera aún
vivo, no desluce las otras capacidades de Zweig, pero las solapan. Por ejemplo,
cuando distingue al hombre ruso del hombre europeo (págs. 139 a 142) su enfoque
es originalísimo y certero y, sin embargo, suena a Ortega por todos lados. Ese
sacar de cada hombre el paisaje y el paisanaje poniéndolo como el océano en el
que navegará su carácter es casi orteguiano por dos razones: primera porque es
un ángulo psico-social del hombre en el
que las circunstancia se inocula como factor constructivo y, en segundo lugar,
porque la prosa es elegante, limpia y clara como la de D. José. Desde luego estamos ante un genio.
Etiquetas:
Balzac,
Dickens,
Dostoievski,
Stefan Zweig
No cumplo el deber del silencio
No
cumplo el deber
sencillo
del silencio
cometo
el alarido infantil
de
los perdidos
y
además es de noche
como
después de la tarde
sucedió
en el alma.
No
todo es oscuro.
Sobre
la cima de la esperanza
El
rayo de tu luz alcanza
A
resplandecer la orilla,
La
música y la danza.
Hace
obsidianas el volcán
Y
las acacias el tiempo,
Pero,
mira:
Hace
amor en el aire,
Como
rabia en el suelo.
Por más que haya diez milenios
Por
más que haya diez milenios
entre
tu paisaje y el mío,
la
noche va sembrando de segundos
el
tránsito de un cántaro a otro cántaro,
con
sus gargantas abiertas
y
sus vacíos transparentes.
Porque,
mientras haya luz,
las
noches serán doradas
y
las alas de agua.
Por
más que haya diez milenios
entre
tu paisaje y el mío,
la
lumbre va creciendo de amarillos
la
danza antigua de la música a la música,
con
sus ojos alertas
y
los pulsos calientes.
Porque,
mientras haya luz,
las
bocas dirán ventanas
y
las lenguas serán el mar.
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